Nayib Bukele, el efecto cucaracha y Chiapas

Columna vertebral
Por Raúl Vera

Nayb Bukele, presidente del país centroamericano El Salvador, ha decidido lanzar la mayor ofensiva nunca antes realizada contra las pandillas que mantienen el control en ese pequeño país; La mara salva trucha.

El pasado gobierno que antecede a Bukele, fue dirigido por el ex movimiento armado de izquierda FMLN (Frente Farabundo Martí para la liberación nacional). El FMLN llevó a cabo una política similar al a que en México el presidente Andrés Manuel López Obrador y su movimiento de la Cuarta transformación: Abrazos no balazos.
Los resultados de aplicar esa política que fue acompañado de una tregua con las pandillas, fue el incremento de la violencia.

Joaquín Villalobos dice en su texto “De la frustración al fracaso”
“Cuando el FMLN llegó al gobierno, las pandillas ya eran un fenómeno criminal homicida de gran escala. Sin embargo, el gobierno del FMLN decidió actuar en dirección opuesta a la derecha y se propuso prevenir la matanza en medio de la matanza. Esto condujo a otro error más grave, intentaron una tregua y un acuerdo de paz que le permitió a los delincuentes presentarse como personajes con vida pública, realizar conferencias de prensa y dar largas entrevistas por televisión.

El mensaje fue claro: si el Estado negociaba con pandilleros, los ciudadanos víctimas debían pagar las extorsiones, obedecer y aceptar su autoridad. La idea surgió como un intento de copiar el acuerdo de paz entre el Estado y los insurgentes.

El punto de partida moral fue considerar a la pobreza como la causa principal del incremento delictivo y establecer que los delincuentes son más víctimas que victimarios. Pero hay una enorme distancia moral y política entre delincuentes e insurgentes. Con una fuerza rebelde, a pesar de las diferencias ideológicas, existen valores básicos compartidos porque su propósito es político y su enemigo es el Estado. Con los delincuentes no existen valores compartidos porque, independientemente de que se origine en la pobreza, su motivación es la codicia y su enemigo son los ciudadanos que el Estado debe proteger.”

Hoy los países de Centroamérica son los más violentos del mundo: sus tasas de homicidios oscilan entre 40 y 90 por cada 100 mil habitantes. Durante el último medio siglo, Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador no han sufrido más que guerras, revoluciones, golpes de Estado, terremotos, huracanes, problemas que en vez de resolverse se han venido agravando. A resultas de una endeble economía basada en las remesas, con la paz y la democracia la migración creció, la inseguridad se disparó, la zona se degradó. La violencia se volvió un problema cultural. Datos del 2014 y 2015. Joaquín Villalobos, “De la Frustración al fracaso”.

La guerra de Bukele se da en medio de un “régimen de excepción” que permite la detención de pandilleros o sospechosos de serlo sin previa orden judicial. Los pandilleros han optado por huir, y ahí es en dónde comienza el problema para los países vecinos, como México que en el sur tiene una frontera altamente vulnerable y porosa, a demás de que en los últimos 8 meses la presencia del crimen organizado Cartel Jalisco Nueva Generación, en la zona de Chamic, municipio de Frontera Comalapa y la Trinitaria, ha generado una ola de violencia que nunca se había vivido en la región.

Ciudades como San Cristóbal de las Casas, que viven un incremento en sus índices de violencia a causa de el fenómeno de las pandillas, acá llamadas Motonetos, son el escenario ideal para generar el efecto cucaracha. La política de Bukele hará que los pandilleros del Salvador se refugien en paises como Honduras, o Guatemala, fortaleciendo las pandillas internas, o lo que es peor que esta gruesa capa de pandilleros se dirija a México y enrole en el crimen organizado que hoy controla la frontera centro de Chiapas con Guatemala.

Lo que esta sucediendo en El Salvador nos pegara más temprano que tarde, ya que hasta el día de ayer 4 de marzo el gobierno salvadoreño ha dicho que ha detenido a cerca de cinco mil pandilleros pero se calcula que ese país existen cerca de setenta mil miembros de pandillas, que por el momento han optado por la huida y seguramente muchos viajaran al norte del continente, esa diáspora y el incremento de los últimos ocho meses de la violencia en la zona fronteriza, se puede replicar en otros municipios de la geografía chiapaneca, algo se tiene que hacer, algo más que “abrazos y no balazos”.