Los Recuerdos del Olvido
Por Raúl Vera
Irma Serrano es una de las muchas mujeres, miembros del espectáculo y la farándula que se involucró con políticos en el poder. La lista es larga en México: a María Conesa, La Gatita Blanca, se atribuyeron romances con políticos desde Porfirio Díaz hasta Emiliano Zapata, quién le regaló un caballo. A la joven actriz de telenovelas Adela Noriega se le vinculó sentimentalmente con Carlos Salinas de Gortari. Sasha Montenegro pasó de la relación extramarital a ser la esposa del ex presidente José López Portillo, a Adolfo López Mateos con infinidad de mujeres del espectáculo y también con otras fuera de este; el lema de su sexenio fue: ¿viaje o vieja?. El último fue Enrique Peña Nieto con la Gaviota, Angélica Rivera. Que terminaron oficializando en la pareja presidencial, el binomio política- espectáculo.
Pero ninguna de todas ellas se atrevió a revelar secretos de la intimidad conyugal. Irma Serrano lo hizo, no en entrevistas o a través de una tercera persona, sino en dos libros; A calzón amarrado y Sin pelos en la lengua.
“A mediados de 1969 se corrió el rumor de la relación que sostenía el presidente Gustavo Díaz Ordaz y la artista Irma Serrano. Dicho por ella misma, “lo conocí en una de tantas reuniones de políticos. Aquel personaje era un don nadie pero llegó a ser el gusano mayor para regir los destinos del país durante seis años. Descubrí que era más atractivo de lo que me imaginaba, no de su físico del cual han hecho tantas bromas, sino por su intelecto. Tiene una personalidad un tanto especial: es simpático, duro a veces, determinante y necio igual que yo”. Básicamente su relación se confinó a “cuatro paredes”, en las casas de ella, la del Pedregal y la de las Lomas, donde se unían las buenas conversaciones, los coloquios amorosos y una que otra tarde de televisión”
Los libros se convirtieron en best seller, cosa poco común entre los lectores mexicanos. Irma bajó del altar republicano al presidente y confirmó la vida de carne y hueso de los intocables mandatarios civiles mexicanos, ya que en la etapa en que México fue gobernado por generales, los amoríos de esto eran motivo de orgullo y hombría, se sabe que el General Lázaro Cárdenas tuvo amoríos con una dama del San Cristóbal de Las Casas durante su cuatrienio, lemas como “Pancho Villa con sus dos viajas a la orilla” o las coplas “ay, ay , ay , ay mi querido capitán” exaltaban el machismo de los generales en el poder.
Los civiles que llegaron al poder, bajo la figura del universitario egresado de la UNAM, como Miguel Alemán Valdés y subsecuentes fueron protegidos por el manto de pureza del presidencialismo, se rumoraba entre bambalinas, de los amoríos palaciegos de los dirigentes de la burocracia política mexicana. Nadie esperaba que un hombre formado en el dogma de fe católico recalcitrante poblano, como lo fue Gustavo Díaz Ordaz se involucrara en una relación extramarital. Los libros de Irma Serrano hicieron público que el consagrado hombre de fe rezaba antes de hacerle el amor, o que usaba calzoncillos que más bien parecían bloomers con encajes.
La fama de su valor vernáculo, belleza y atributos artísticos le permitieron seguir con vida en la farándula al abrir su teatro fru frú, su voz bravía se seguía escuchando en la radio “Quince años tenía Martina, cuando su amor me entregó” la revista Alarma, de corte nota roja publicaba con frecuencia algunos capítulos de la narrativa de los amores de Irma Serrano, acompañados de fotografías tamaño póster de cuerpo entero, donde lucía sus atributos físicos; que terminaban engalanando las paredes de Talacheras y talleres mecánicos,
Hoy la historia terminó y comienza la leyenda que desacralizó la vida íntima de un hombre aborrecido por la historia patria: Gustavo Díaz Ordaz y que dejó a calzón quitado la vida íntima de la casta burocrática mexicana.