Es importante tener presente que al final, cuando las aguas parecen calmarse y se dispone uno a terminar el show para retirarse en paz, la vida te pasa un estado de pérdidas y ganancias, un balance con una factura de cobro y siempre, casi siempre, con un saldo para pagar.
De este final no se salva nadie, ni el más santo, tampoco el más poderoso, mucho menos la primera princesa de la aldea, así como tampoco el ser más burlón, mentiroso y cruel, así como la menos perversa de las criaturas de este bárbaro mundo, todos al final, rendimos cuentas frente a nuestro espejo existencial y este nos coloca en un estado en donde Dios no tiene cabida.
Usted debe estar consciente que Dios nos deja sin correa para que hagamos libremente todo lo que queramos e igual nos deja al final, mirando cómo vemos con asombro en qué nos reducimos y hasta donde llegamos por no haber ido con prudencia, cautela y honestidad por este mundo.
Así que todos los atropellos, los amores rotos, infidelidades, las generosidades, bondades, perversidades, excesos, adicciones e hijo de la chingada que fuimos, al final, cuando todavía no es la agonía, el balance nos da un saldo pendiente en donde siempre la vida nos coloca en el pozo de los acusados para saldar las deudas.
No siempre estamos preparados porque creemos que al final Dios nos salvará, o nuestro cargo honorifico, diploma, o altruismo falso, cargo público o poder nos dará ese escudo para ser invencibles y todavía, omnipotentes.
Sé que esta vida va de prisa y no podemos dejar nada, absolutamente nada que nos apetezca hoy para mañana.
Quiero suponer que la diosa de la fortuna será justa y como es ciega, sabrá hacer bien el balance y determinar si tenemos saldo a favor o en contra; lo que resulte, todos, absolutamente todos, en vida saldamos esa factura.
Soy Carlos Morán y te deseo ¡Feliz viernes!