El primer recuerdo de conocer un panteón fue en mi infancia siendo un pequeño niño, al fallecer don Miguelito, el padre de doña Lupita, la vecina de mi abuela Amparo, el acompañarla a la funeraria y posteriormente en el cortejo fúnebre al panteón todo ello fue para mí una tremenda experiencia imborrable ya que fue mi primer contacto con la muerte, al observar algún tiempo antes a don Miguelito y mi abuelo Abelardo platicar en la puerta de la casa de mis abuelos en las tardes tomar café con pan, y ahora acompañar su cuerpo a su última morada terrena.
Apenas el jueves pasado volví a visitar el Panteón Municipal donde acompañé a mi abuela a despedir a don Miguelito, al cruzar el umbral de la puerta principal del panteón de súbito recordé que la gran mayoría de las personas que observé en ese cortejo fúnebre han fallecido, pero ello no fue motivo de pesar, para nosotros los mexicanos la muerte es un fenómeno único a nivel mundial que causa sorpresa y admiración en todo el mundo, por la forma en que la enfrentamos y conmemoramos.
Entre los trabajadores del panteón que frenéticos realizaban su labor de limpieza y la brigada de fumigadores que crearon una neblina artificial entre sarcófagos de familias huacaleras ilustres y los añejos árboles que sombrean el paisaje, crearon un escenario digno de película de terror al mediodía en Tapachula; y es que se acerca el Día de Muertos, y los panteones Tapachultecos se verán en éstos días por venir atiborrados de centenares de familias que vendrán a dejar flores, además de limpiar las tumbas de sus familiares, varias familias incluso pasarán toda la mañana en el lugar, comiendo y bebiendo lo que más le gustaba en vida a sus parientes fallecidos, y los más espléndidos llevarán mariachi o marimba para alegrar al difunto con las melodías que en vida disfrutó escuchar.
Es común entre los tapachultecos llevar al panteón cáscaras de huevo rellenas de confeti o harina, y los más pequeños disfrutan la estancia en el panteón jugando a reventarse dichas cáscaras en la cabeza, incluso no pocos mayores participarán de dicho juego, y al que le revientan la cáscara en la cabeza, se vuelve “compadre” o “comadre” del que le propinó tal acción.
Ahora siendo ya un adulto, la tradición de éstos días que más disfruto es visitar a Mauricio y Mariana Vàsquez, para comer en su casa un fiambre, la comida tradicional chapina de éstas festividades y que es simplemente deliciosa; pero al salir del panteón y caminar por las calles del centro de Tapachula al observar a nuestros visitantes sudamericanos he pensado: ¿en qué época del año conmemoran ellos a sus difuntos?, ¿qué comida especial preparan en ese día?, con las familias que al pasar el tiempo se instalen de manera más permanente en Tapachula lo sabré.
Leopoldo Constantino García.- Cronista de la ciudad de Tapachula, es Contador Público y Maestro en Administración, imparte cátedra en Universidades de dicha ciudad y escribe artículos relacionados con Administración y temas afines para plataformas digitales.