Las relaciones humanas, la convivencia en pareja en esta nueva era, es de las adhesiones difíciles de poder manejar.
Todos le apuntamos a la soledad porque creemos y queremos ser libres, y es cierto, en esa soledad es donde sabemos en realidad quienes somos, y es en la soledad en donde encontramos todas las respuestas a interrogantes que nadie puede responder, pero es peligrosa.
No es fácil administrar la soledad, no todos hemos aprendido a ser felices en ella, a pesar de que ya cruzamos el pantano social y entendimos que debemos ser adictos a andar solos porque tarde o temprano nos tocará caminar sin nadie; esa es una ley universal, venimos solos a este mundo, sin el adhesivo de la compañía y así nos vamos, al menos que repitamos la historia de Romeo y Julieta.
Debemos de aprender a bajarle el volumen de nuestro dolor para no afectar a terceros con nuestras manifestaciones. Siempre hay alguien al lado que en silencio nos quiere y nos deja ser libres por el mismo cariño, pero, hay que tener cuidado, porque un día despertaremos y no habrá nadie, ni la soledad, incluso.
Particularmente creo que al final de cuentas podría transformarme y vivir con los animales. ¡Son tan tranquilos y dueños de sí mismos! Me paro a contemplarlos durante tiempo y más tiempo y descubro que no sudan ni se quejan de su suerte, mucho menos que quieran cortarse las venas por el abandono de algún amor de banqueta.
Tampoco se pasan la noche en vela llorando por sus pecados ni por el abandono de un amor; no me fastidian hablando de sus deberes para con Dios. Ninguno está insatisfecho, a ninguno lo enloquece la manía de poseer cosas. Ninguno se arrodilla ante otro, ni ante sus semejantes que vivieron hace miles de años. Ninguno es respetable, ni desgraciado en todo lo ancho del mundo.
Así que por hoy solo te digo: Seamos felices, con nadie, sino con nosotros mismos. Hay que valorar nuestra compañía propia, porque un día no muy lejano entenderemos que la ausencia de uno mismo es lo peor que nos puede pasar.
Y si te gusta la soledad, aprende, siempre he estado seguro de aprender de esa soledad silenciosa pero perfecta en cualquiera de sus notas, porque si perdemos el sabor de la soledad es como perderse la oportunidad de disfrutarse.
Creo que somos como los caninos, como ellos, animales de costumbre porque nos enseñaron como doctrina a vivir acompañados, casados, unidos o ligados a alguien pero no a vivir en soledad.
Al final de todo, no existe nada mejor en esta vida que tener a alguien cerca, no a medias, ni para que cumpla nuestros antojos o nos quiera cuando la soledad nos traicione, sino para compartir esa soledad que sola, sin nadie, duele más.
Puedo ponerle más cuentas al rosario, usted decide cómo quiere vivirla, aprendiendo solo o al lado de alguien que debe tener nombre y no se debe olvidar, al menos que sea un amor de banqueta, pasajero y aventurero.
Soy Carlos Morán, y gracias por dejarme entrar hoy ¡Feliz martes!