El amor… ¿entra por la cocina?

Al amigo Samy David, en ocasión de su cumpleaños

Ya lo contó Confucio cuando dijo que “comer, beber y hacer el amor son los tres más grandes instintos o motores del ser humano”.

Y es que en la cocina se generan y construyen sentimientos incalculables de amor, pues no por gusto los médicos hablan del efecto “placebo”, como aquel que puede borrar o mitigar las más agudas dolencias o enfermedades.

Por supuesto que me refiero a quien ingresa a la cocina con el alma alegre y el corazón en paz.

El placer de comer y beber ha estado siempre ligado al amor que nace y se conserva a través del tiempo, que se alimenta con días de pasión, donde siempre está presente ese momento imborrable en el que comemos o bebemos algo unidos a la persona que amamos, aunque el tema no gusta a muchos, no dudo que la inmensa mayoría de parejas unidos por más de dos años se miren como extraños porque ya perdieron la flama que un día los unió. Todavía es tiempo de recuperar lo perdido, en caso de que quiera sentirse vivo.

Es cierto que muchas parejas, aunque parece cursis, guardan como tesoro incalculable la carta menú del primer restaurante que visitaron junto al ser amado o amada, la botella de vino que disfrutaron en su primera salida o simplemente el corcho, y qué decir de los chocolates, los pasteles, la champagne y sus burbujas, si alcanzó la billetera, las uvas, o el recuerdo del primer café tempranero que se tomaron junto a su ser más querido después de haber hecho el amor sobre una cama limpia con sábanas blancas recién planchadas.

La vida amorosa de una persona pasa por etapas cruciales, y en todas ellas está presente como fiel acompañante la comida, la bebida, el humo embriagante de un buen cigarrillo, pitillo de mariguana o la figura diminuta y fría, pero alentadora, de una lata o botella de cerveza.

Toda este universo en torno al amor nos lleva a otra palabra estrechamente ligada a este: “maridaje”, la cual no es más que la unión, matrimonio o combinación perfecta entre comida y vino (la clásica), entre el cigarro y destilados (la sublime), entre dos personas con química y algo más, lo mismo que hace falta para crear un plato único, un cóctel sobresaliente, elaborar un vino mítico, torcer un puro colosal o enamorarse con la cocina en el recuerdo.

Hoy más que nunca se habla sobre los alimentos, olores y bebidas afrodisiacas, aunque soy del criterio que lo afrodisíaco va en la mente, en el qué, dónde y con quién vamos a comer, beber y por qué no maridar, nuestro espacio de tiempo.

Afrodisiaco digamos que son todas esas intenciones que le echamos a la cazuela cuando estamos preparando algo para la persona amada, esas intenciones van como sazonador esencial para que el amor de nuestros deseos, caiga a nuestros pies totalmente domesticada.

Por eso los maridajes amoroso-culinarios arriesgados van acompañados de sensaciones y de una mística emoción que jamás se borra de nuestras mentes, de ahí que el amor vuele hasta ese instante, una y mil veces. Y si está presente el vino, este constituye es un vehículo increíble para unir parejas, pues desde siempre se ha ligado, en relación interna a Baco -el dios del vino- y a Eros –el dios del sexo- y no por gusto la botella de este elixir maravilloso lleva la silueta de una mujer.

No olvide que unas cuantas copas alegra el miembro pero en exceso, lo duerme…

Soy Carlos Morán y te deseo ¡Feliz inicio de semana!