La crisis en el suministro de gas desde Texas da alas al discurso del presidente López Obrador a favor de la autosuficiencia
El apagón masivo en el norte de México ha expuesto los puntos flacos de su sistema energético: la gran dependencia del gas de Estados Unidos y las carencias nacionales en producción e infraestructura. El presidente, Andrés Manuel López Obrador, lo ha utilizado para defender un nuevo modelo energético en el que México sea autosuficiente y no dependa ni del exterior ni de las empresas privadas. Sin embargo, el apagón también ha puesto de manifiesto los desafíos para sacar adelante esa estrategia: la Comisión Federal de Electricidad (CFE) cuenta con una mínima capacidad de almacenamiento de gas y Petróleos Mexicanos (Pemex) no logra aumentar la producción.
Sin luz a ambos lados de la frontera. El gran temporal que vive Estados Unidos ha disparado la demanda de gas en ese país y, como vasos comunicantes, ha puesto a México contra las cuerdas. Los precios de la sustancia aumentaron un 5.000%, según la CFE, y se congelaron los ductos que desde Texas suministraban a las centrales de ciclo combinado del norte. Más de cuatro millones de mexicanos se quedaron sin electricidad el lunes.
Hasta las 15.45 de este martes se habían recuperado apenas 500 MW de los 2.200 MW afectados, una cuarta parte de la carga, según el Centro Nacional de Control de Energía (Cenace), el operador del sistema eléctrico. El organismo ha vuelto a llamar a la población a apagar luces y a “cerrar cortinas para conservar el calor” ante nuevos cortes de carga previstos esta tarde en 12 estados. Aun así, la CFE ha explicado que no hay riesgo de apagones masivos y que estas desconexiones temporales se hacen para dar estabilidad al sistema y evitar un nuevo colapso. Mientras, la industria manufacturera ha estimado las pérdidas en 2.700 millones de dólares, según cálculos difundidos este martes por Index, la asociación de maquiladoras.
Este descalabro eléctrico ha alimentado un debate ya candente sobre el futuro del modelo energético. El gas representa el 60% de la generación en el país y es, con diferencia, la principal fuente de energía -las renovables tienen alrededor de un 10% de la producción y las hidroeléctricas, casi un 9%-. Esta demanda es cubierta en gran parte con importaciones desde Estados Unidos, que han crecido en los últimos años hasta cubrir más del 70% de las necesidades, según los últimos datos disponibles. Hay, por tanto, una dependencia doble, en gas y en importaciones. El Gobierno ha tenido que rellenar el hueco creado por la falta de gas con centrales que funcionan a base de carbón y combustóleo, los energéticos más contaminantes.
Para López Obrador el apagón es una prueba más de la necesidad de una mayor autosuficiencia. “En los últimos tiempos, en el periodo neoliberal, busquen ustedes, a ver si encuentran un plan para extraer gas en México. No van a encontrar nada. No había una política para eso, porque se apostó a comprarlo”, ha declarado este martes durante su rueda de prensa matutina. Precisamente, el Congreso discute estas semanas una iniciativa enviada por el presidente para reforzar la generación de la CFE y limitar la de los privados.
México tiene una producción gasística en declive, con una caída del 30% en la última década, según datos de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH). La baja rentabilidad de los proyectos y la disponibilidad de gas barato en Estados Unidos han favorecido las importaciones en detrimento de la extracción nacional. “El gas se ha visto como un subproducto de la producción de petróleo y no se han destinado recursos”, explica el consultor David Shields, quien pone como ejemplo el enorme yacimiento de Lakach, en el Golfo de México. Pemex comenzó los trabajos en 2007 y esperaba empezar a producir unos 400 millones de pies cúbicos por día a partir de 2012. Sin embargo, la infraestructura para llevar el producto a tierra no fue completada por la complejidad del proyecto.
Pese al discurso de López Obrador en favor de la autosuficiencia en gas, el Ejecutivo ha cerrado dos puertas potenciales para aumentar la producción. Por un lado, y para evitar el impacto medioambiental, el presidente se comprometió desde la campaña electoral a acabar con el fracking, la extracción de gas mediante la fractura de roca submarina. Por el otro, el Gobierno ha querido limitar la inversión privada en el sector y ha bloqueado los farmouts, las asociaciones entre Pemex y empresas para compartir los riesgos a la hora de explorar y explotar un yacimiento.
Más allá de los problemas de producción, la CFE ha reconocido implícitamente las carencias en la capacidad de almacenamiento de la sustancia. En una reunión el lunes por la tarde, el Consejo de Administración de la eléctrica decidió “incluir el almacenamiento de gas en la estrategia comercial y operativa de la empresa” al considerar que este tiene un “valor estratégico” para enfrentar emergencias como el apagón masivo.
Para Shields esta decisión llega tarde. “Se ha sabido desde siempre: hay que tener varias opciones de almacenamiento y no se tiene más que en los ductos. Eso da para almacenar dos o tres días cuando se debería tener para varias semanas”. La anterior Administración de Enrique Peña Nieto presentó en diciembre de 2017, un año antes de dejar el poder, una política que establecía un mínimo obligatorio de cinco días de inventario estratégico de gas natural, unos 45.000 millones de pies cúbicos, para 2026. Para alcanzar ese objetivo, el documento proponía varias opciones de almacenamiento como los tanques o las cavernas salinas subterráneas. El cambio de Gobierno a finales de 2018 interrumpió la aplicación de la estrategia.
Producir más gas y mejorar su almacenamiento no es el único camino. El otro es diversificar las fuentes de energía para no depender tanto ni de las importaciones ni de la sustancia, dice el experto Víctor Ramírez. “Estamos amarrados al gas. Facilitar la entrada de renovables sería la apuesta más inteligente”, apunta. Paradójicamente, el apagón coincide con la iniciativa del Gobierno para crear un modelo eléctrico que margina a las plantas que no utilizan hidrocarburos, las eólicas y las solares. Pendiente de ser votada, la reforma da la preferencia a las plantas de la CFE para que suban primero su producción a la red, mientras las centrales renovables en manos de privados pasan a un segundo plano.