Edgar Hernández
Tapachula, Chiapas. Abril 29.— Unos 13 mil niños y adolescentes migrantes se encuentran varados en la frontera sur, de acuerdo a estimaciones de organizaciones que trabajan con esa población.
Fabiola Díaz Rovelo, Directora de la Fundación Chiapaneca para mujeres migrantes, dijo que de esa cifra un 10 por ciento serían no acompañados.
“Hay de 10 mil a 13 mil niños flotantes, el 50 por ciento tal vez esté en una situación económica en donde reciben apoyos las familias de Estados Unidos o de Centroamérica y el otro 50 por ciento están en una situación deplorable que andan en las calles caminando, pidiendo limosnas con sus papás”, expresó.
Al ofrecer un show de payasos para infantes centroamericanos en el marco del Día del Niño, la activista detalló que la situación de los menores es sumamente complicada ya que muchos padecen enfermedades físicas y emocionales por su condición, algunas de ellas adquiridas en el proceso migratorio.
Los adolescentes son los que más están en las calles en busca de algún ingreso para subsistir y corriendo riesgos de explotación sexual, principalmente, advirtió la psicóloga.
Abundó que los menores desarrollan problemas de conducta debido al trauma que representa dejar su hogar para migrar a otro país. En tanto que los principales padecimientos de salud son la desnutrición, respiratorios y de la piel por su exposición a la intemperie.
“La depresión la proyectan en ira, no hacen caso a los papás, golpean, tienen una conducta como si fuera hiperactividad y los papás piensan que es algo normal, y les pegan, no saben cómo educarlos, y hemos atendido a los padres para enseñarles como entender a los niños en este proceso de adaptación de un país a otro”, comentó Díaz Rovelo.
Señaló que las acciones gubernamentales para atender a la población migrante han sido insuficiente, y pocas organizaciones participan en la capacitación laboral y desarrollo personal de los extranjeros que han ingresado de manera irregular a México en busca de una mejor condición de vida.
Quiero darle una mejor vida a mis hijos
Alba Vázquez Gómez dejó su país luego de ser despedida del restaurante en el que trabajaba debido a la pandemia del coronavirus y perder sus pocas pertenencias tras una inundación en La Lima, Honduras, por el desbordamiento del rio Chamelećón, tras el paso de huracán Iota en noviembre pasado.
Cuenta que se organizó con una pareja de vecinos con seis hijos que también decidió emprender el viaje hacia el norte. Alba por su parte tomó una mochila y cargó a su pequeño Cristian de 3 años de edad para llegar a Tapachula, Chiapas, después de 15 días de camino en autobuses, pidiendo aventones y a veces a pie.
En Agua Caliente, frontera de Honduras y Guatemala, les pidieron 2 mil quetzales para permitirle el paso ya que no le valieron la prueba negativa de COVID que ella portaba, no sabe si fueron agentes migratorios o de la policía quienes la extorsionaron, señala.
La mujer centroamericana asegura que el principal objetivo es ofrecerle una mejor vida a Cristian y a su hija Sofía de 8 años de edad que quedó en Honduras con el padre, de quien Alba se separó y enfrenta problemas de custodia de la menor.
“Me hace falta mi hija. Yo quiero darle una mejor vida a mis hijos, y tal vez algún día la pueda recuperar a ella”, dijo entre sollozos.
Mientras la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados le resuelve su petición de asilo, Alba y el pequeño Cristian pasan los días en el albergue Jesús El Buen Pastor, donde reciben alimento y una cama donde dormir.