Las de antes, las de hoy

El texto le puede molestar, no es mi intención, al menos que se mire en las líneas, mejor reflexione porque esto va de mal en peor.

Nadie sabe y la inmensa mayoría de mujeres pensantes se pregunta quien fue o qué tipo de mujer decidió hacer justicia a los derechos de la mujer quitándole privilegios. Lo sienten sobre todo todas aquellas que nacieron bajo el manto de un hogar tradicional. Sí, las que aparentemente tenían que lidiar con un marido travieso pero que les daba todo.

Y es que en antaño nuestras madres y abuelas se pasaban todo el día como mujeres; cocinando, intercambiando recetas, plantando flores, bordando y cuando el tiempo apremiaba o urgía, el rosario de las 12 del mediodía. Concursaban entre ellas con la mejor receta de cocina o el remedio para esos cólicos que llegaba cada mes y las sacudía diciéndoles ¡Eres mujer!… regocíjate.

Y entre esa vida que aparentemente era vacía porque vivían solo para el esposo, los hijos, dando órdenes a la servidumbre, platicando por teléfono con la comadre todo el tiempo que desean, jugando la tarjeta de crédito y… ya no pudieron gozar del internet.

Pero como dice una filosofa de barrio, hasta que llegó una con el alma torcida que no le embonaba ni un chile, incluyendo el hogar, que se puso a envenenar a otras rebeldes con la idea de que iban a conquistar el mundo.

Eran las reinas de la casa, tenían el mundo a sus pies, incluyendo al hombre que, aunque anduviera suelto como gato por el tejado, era de ellas, solo de ellas y, si alguna lagartona se atrevía a amenazar con quitárselo, de inmediato pensaban como ponerle una trampa a la zorra para que cayera, dejarla al descubierto o mandarla a matar.

Los tiempos de antaño era cuando las mujeres dominaban al hombre, lo tenían rendido a sus pies, incluso decidían que ropa deberían vestir del lunes a domingo; estaban tan agobiadas que ponían uno y cien pretextos para no irse a la cama con el viejo barrigón.

Hoy los hombres ya las tratan como querían, con equidad, huyen de ellas ante el peligro de tener a una mujer de pelo en pecho que al final que termine por montarlo y de paso mantenerlo. Que eso está bien.

Esta igualdad o equidad de género, vino a poner cómoda la cosa, tanto que a los hombres les da miedo y pocos se atreven a llevarlas al altar, porque si se casan y éste falla o se resbala con una “culito pronto”, de inmediato entabla la demanda de divorcio le quitan todo lo que puede y todavía dice oronda –“el que sigue…”-

Sí, esa equidad de genero e igualdad de derecho, las está dejando solas, porque pocas quieren tener hijos, muy pocas gustan de la cocina y ya son otra cosa aunque, esta independencia las está llevando al calabozo de la soltería, por eso tanta muchacha de 30 y 38 en los antros… solas, fingiendo ser felices, debiendo alcohol y celebrando cada noche con uno distinto…

Nuestras abuelas se casaban para siempre y educaban a sus hijas diciéndoles –“de la puerta para dentro el hombre es tu marido, pero de la puerta para fuera, es de todas”-

Esa liberación femenina las puso a competir con los machos, y para muchos esto fue cómodo, porque al verlas tan libres, astutas, independientes y con carácter, se fueron por las ramas y hoy viven como se quería. Cada quien en su casa y disfrutando los placeres de la vida y el sexo sin compromiso. Lo menos peor es “vivir en pareja”, la famosa unión libre en donde ambos aportan plata para la casa y nadie hace más o menos, todo es equitativo y cuando se acaban las ganas, o se aburre uno de los dos, cada quien para su casa y a empezar de nuevo.

Ahora ellas tienen que invertir en dietas, gimnasio, ponerse cremas antiarrugas, tomando agua todo el día como radiador descompuesto, con vestuario perfecto para el trabajo en donde ella está compitiendo contra una manada de orangutanes que la ven con sospecha pero igual que ellos.

Hoy muchas están pagando el precio por estar siempre en forma, sin estrías, depiladas, sonrientes, perfumadas, uñas perfectas, sin hablar del currículum impecable, lleno de diplomas, doctorados y especialidades. Se volvieron súper mujeres pero siguen ganando menos que ellos.

En el antro ya no esperan a que un caballero les invite una copa cortésmente, las invite a bailar tendiéndoles la mano, abriéndoles la puerta del auto para que lo aborden y, en la calle caminando ella pegada a la pared.

Hoy, ella tiene que moverse alrededor de la mesa con una “chela” en la mano, meneando el culo y mirando con hambre al otro para llamar la atención del macho, al estilo de la ley de la selva. Ella lo jala a él y se lo pone en frente para bailar ahí, y todavía se tiene que colocarse de espaldas rosándole toda su geografía corporal para que reaccione y menearle el culo en la bragueta ante todos… ¡ya son libres!

Ahora son como los hombres, hacen lo mismo pero ante la cámara no vemos a una mujer liberal sino a una mujer que perdió su lugar… Se suben al auto y se molestan, se incomodan cuando un caballero les abre la puerta, lo tiran a loco, es más, lo mandan a la chingada porque no quieren un pendejito respetuoso, quieren uno que las trate con equidad, no con diferencia, al chingadazo.

Y en la calle las vemos, el hombre camina pegado a la pared y ella a la orilla de la banqueta, como en venta, en oferta.

Pero no todo está perdido, todavía existe un buen racimo de mujeres que quiere ser tratada como mujer, hacer el rol de esposa, dama y trabajar sin que tenga que competir con el hombre, sin que tenga que mantener a una pareja de niños porque el otro se declaró desempleado para no darle un peso, pues él sabe que ella puede y de ahí se agarran muchos.

Podemos ponerle más cuentas al rosario, escuchar tres misas y pedirle a Dios que componga este mundo. Lo bueno es que no todas están de acuerdo, todavía hay un manojo de féminas que quieren estar a la par pero ser tratadas como mujer.

Soy Carlos Morán y te deseo ¡Feliz viernes!