Por Carlos Moran
Esa guerra contra las mujeres es evidente, este sistema patriarcal en el que vivimos no le permite al macho, incluso al más culto, al crítico que pierde la objetividad por una cama ajena, y al que se siente hecho por Dios, no la soporta más que para sus placeres, para sus desahogos… Por eso las facturas en casa.
Por eso cuando se ve a una mujer triunfar se le buscan todos los errores, como si ellos, los machos, los críticos y bien ponderados “caballeros”, fueran perfectos, honestos y pulcros, pero el pasado los traiciona, solo hay que revisar sus historias para saber por qué y de qué cuna provienen.
Es cierto, seguimos arrastrando un terrible pasado espantosamente patriarcal y machista, quizás un país en el que en las últimas décadas más políticas sociales de inclusión e igualdad haya implantado en miras de alejar el horrible lastre de la violencia machista, pero no ha sido suficiente porque la imparte un macho que también tiene hijas que viven oprimidas, ignoradas o en absoluta indiferencia.
Y es que todavía al machito se le sigue educando con el clásico “-use preservativo, cuídese de que no lo vayan a contagiar por ahí de quien sabe que porquería, y de no ir a preñar por ahí a cualquier casquivana pobre-” o “mientras estudie y le vaya bien que sea un poco golfo o puto… no importa”. El padre lo educa como él y de generación en generación se han ido traspasando estas normas de vida.
El gobierno y este nuevo también que se llama de transformación, han creado algo parecido a un ministerio de igualdad (con la natural oposición, descrédito y burla al respecto de la izquierda más primitiva); Se ha invertido en campañas de sensibilización, protección de mujeres maltratadas y de prevención pero todo ha sido en vano porque incluso muchas mujeres que lo enarbolan, carecen de dignidad, y no hay que citar ejemplos porque aparecen en los periódicos, fueron reinitas de feria y a veces hasta en las pantallas a color aparecen.
Por suerte cada vez las nuevas generaciones de mujeres se vuelven más intolerantes a ser dominadas por sus novios o parejas. Aún así, por desgracia todavía se respira demasiada opresión y machismo en el ambiente. Lo he advertido en bastantes ocasiones en grupos de adolescentes cuando los ve uno en los cines, en las plazas o en la calle, comportándose como barbajanes y mostrando a los cuatro vientos que el padre es igual a ellos, o sea, que es una herencia genética.
Por eso esos machitos que hoy educan a sus hijos con absoluta desigualdad con las mujeres, son las mismas generaciones que hoy no toleran ver a una mujer convertida en directora, estar en la cima del éxito e incluso siendo PRESIDENTA MUNICIPAL de un pueblo, porque le traiciona su pasado y por ello la juzga, la sentencia, se ensaña contra ella y sin saber por qué descarga toda su ira contra una mujer, bueno, sabe pero no acepta su pendejo complejo.
Mientras sigan existiendo esos padres que heredan a sus hijos una diferencia abismal entre las mujeres o les sigan enseñando que ellas solo sirven para tener hijos, ofreciéndoles un ejemplo cruel con sus propias madres, que son las responsables de cuidar la honra de él y a veces abonando riquezas para que el macho luzca cual pavorreal imbécil es, seguiremos viviendo esta barbarie en tiempos cuando la mujer está a punto de marcar una línea divisoria y ser ella quien imponga las reglas, porque está demostrando ser a veces, mejor que él.
Todavía existe fe en tantos programas que solo sirven de discurso político y para otorgar chamba a tanto macho holgazán, que un día aterrice y ponga en sitio seguro a tanto macho que pulula en hogares que figuran en portadas de sociales como ejemplares matrimonios, disimulando con maquillaje los hombres que no son y ellas sonriendo para seguir complaciéndolo.
Ojalá nos toque ver a una generación en donde la mujer se equivoque igual que el macho y no sufra criticas ni severas acusaciones solo porque su vanidoso Narciso no le permite ver a una mujer ser mejor que él.
Ojalá nos toque ya no ver a una generación de mujeres todavía con profesión, linaje y buena dote, albergando en la intimidad a patanes que en público les exigen ser reinitas sonrientes y promotoras de matrimonios falsos en donde ellas carecen de valor pero si de mucho maquillaje, glamour, clase y todo esa mierda de publicidad que vende la televisión para que ellas compren y sigan satisfaciendo a cuanto cabrón bellaco alberguen en casa.
Espero ver a una generación de mujeres que corran porque quieren correr, que griten porque así lo deseen y que hagan lo que se les de su regalada gana porque son libres, espero… ya no ponerle más cuentas a este rosario interminable que solo sirve de discurso incluso para los nuevos políticos machos de esta cuarta transformación, que llevan una historia o son protagonistas de lo que hoy redacto… espero