Sin energías verdes no hay futuro

Si la reforma al sector eléctrico se convierte en un juego de vencidas, al final todos saldremos vencidos. México nos demanda un mayor compromiso con el medio ambiente y la ecología, sin energías limpias no habrá futuro.

Llegó al Senado de la República la Iniciativa de Ley de reformaeléctrica aprobada recientemente en la Cámara de Diputados.

Al tratarse de una Iniciativa de Ley, sólo se requiere de una mayoría simple para aprobarla, por lo que el partido de la mayoría en el Senado no tendrá problema para votarla con sus legisladores.

Sin embargo, es preciso señalar que en esta reforma se da el choque de dos visiones encontradas.

Por un lado, se encuentran quienes postulan que la preponderancia en la producción y comercialización de la energía eléctrica debe estar en manos de las empresas públicas del Estado, como la CFE.

La otra cara de esta visión es de quienes proponen que dicha preponderancia sea determinada por un principio de competencia, es decir, para aquellos que ofrezcan menores costos al producir electricidad.

El gran escollo en esta discusión no es ni por mucho ideológico.

El problema es que quienes actualmente cuentan con la tecnología y tienen la liquidez financiera para invertir en procesos de producción más baratos, es la Iniciativa Privada. Por eso, en una confrontación determinada por la competitividad, las empresas públicas salen mal paradas, pero en una disputa para garantizar la estabilidad del sistema eléctrico nacional, la Iniciativa Privada no tiene la capacidad por sí misma para garantizar la confiabilidad, como lo vimos recientemente en la crisis del gas natural en Texas.

Se requiere, entonces, de la participación de ambos jugadores.

En este sentido, deberíamos estar presenciando un debate de utilidad para los mexicanos y no un juego de vencidas entre la soberanía y el libre mercado. El debate de fondo que nos conviene a todos alentar y nutrir, debe ser en torno a cómo le hacemos los mexicanos para construir una matriz energética más limpia, más sana y, por supuesto, más barata.

Lo que está en juego no es la autoridad moral o los negocios y sus ganancias a cualquier costo. Aquí lo que está en juego es nuestra supervivencia como especie y la viabilidad del Planeta para poder habitarlo. ¿Qué sentido tendrían el dinero o los principios si nuestra casa común ya es inhabitable?

La Crisis Climática que se avecina si no logramos contenerla desde ahora, será gigantescamente más costosa que la pandemia del Coronavirus, más que cualquier guerra e infinitamente mayor que cualquier disputa en torno al sector energético.

Un estudio elaborado por la Universidad de Harvard reveló que más de 8 millones de personas murieron en 2018 a nivel mundial a causa de la contaminación relacionada con los combustibles fósiles. Por su parte, la ONU informó que las actuales promesas del Acuerdo de París solo ayudarán a disminuir la emisión de gases contaminantes a menos del 1 por ciento para 2030, muy lejos del 45 por ciento necesario para evitar una crisis. Por ello necesitamos hacer todo lo necesario para contar con energías más amigables con el medio ambiente.

Especialistas del Grupo de Financiamiento Climático para América Latina y el Caribe informaron que el consumo de fuentes fósiles de energía en nuestro país es de 91% frente a tan solo 9% de fuentes renovables y que los recursos destinados a compromisos de sostenibilidad representaron 0.05% del Presupuesto del Sector Público, con 0.003% para Cambio Climático, 0.003% para eficiencia energética y 0.04% para energías renovables, por lo que también es urgente alcanzar un gran acuerdo nacional para tener mayor financiamiento a la acción climática y transición energética.

No es retórica, no es fatalismo. Aquí se está jugando el futuro.

La energía solar y eólica alcanzaron el 67% de la nueva capacidad de energía agregada a nivel mundial en 2019.

La Agencia Internacional de Energía pronosticó que para 2025, las energías renovables serán la mayor fuente de generación de electricidad en el mundo y acabarán con medio siglo de predominio del carbón.

La empresa General Motors anunció que para 2035 sólo fabricará autos eléctricos.

Mientras que en Dinamarca se construirá una isla artificial con un parque eólico y una planta de electrólisis para producir hidrógeno verde.

Al respecto, en el informe “Carbono Cero”, la ONU proyectó que las naciones Latinoamericanas pueden generar más de 35 millones de empleos verdes, formales y masivos a través de un “gran impulso ambiental” en las próximas tres décadas, particularmente, apostando a una matriz energética 100% renovable y un transporte público totalmente eléctrico.

Por ejemplo, el Atlas Solar Global elaborado por el Banco Mundial ubica a México como una de las cinco zonas con alto potencial para desarrollar energía solar de todo el Planeta. Más de la mitad del territorio nacional cuenta con las condiciones necesarias para producir energía a partir del sol. Alemania, que es uno de los países con menor potencial en energía solar, hoy lidera al mundo en su producción, por lo que, si los mexicanos nos proponemos dar un paso de futuro, podríamos ser una potencia mundial en este rubro.

Por estas razones, nos conviene a todos centrar el debate en torno a la variable ambiental, es el punto de encuentro para que todos los jugadores puedan sentarse en una misma mesa a dialogar y a encontrar los puntos de coincidencia que ayuden a enriquecer un cambio en el sector eléctrico nacional con la fórmula que nos marca nuestra Constitución: una alianza entre el sector público, privado y social para definir el rumbo de un nuevo rostro energético para México.

El desafío del cambio climático es de tal magnitud, que sólo trabajando unidos podremos enfrentarlo con éxito y salir adelante fortalecidos. Es de vital importancia regresarle a la naturaleza al menos un poco de lo mucho que le hemos arrebatado.